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lunes, 18 de agosto de 2014

Crónica: Leyendas del Rock 2014

Por el momento España parece dividido entre dos festivales. El Resurrection de Viveiro reservándose las posturas más extremas y el Leyendas, haciendo lo propio con el Metal clásico de corte revisionista. Mientras el primero ya esta instaurado como el gran evento peninsular para la zona norte, el segundo encuentra su publico mayoritario en el centro y sur del país, conformando ambos, un retrato certero de lo que la cultura heavy supone a día de hoy en España.
En nuestro caso particular, como ya teníamos la medida tomada al Resu, este año nos decantamos por el festi que lleva un par de ediciones celebrándose en Villena. Allí nos encontraríamos con un digno heredero de las rocambolescas ceremonias que acostumbraban a regalarnos a finales de los noventa, las promotoras conciertiles de la época. Recuerdos de Machinas, Metal Manias y Lorcas Rock, vendrían a la mente, mientras aterrizábamos sobre las instalaciones del Leyendas, con unas temperaturas que superaban los treinta y cinco grados y la misión ante nosotros, de dejar montada la tienda de campaña antes que nada.
El inhóspito paramo sobre el que nos tocaría clavar las piquetas, nos iba a recordar la peor cara de los festivales patrios, esa en la que a los espectadores se les hace pernoctar de manera espartana y las comodidades suelen brillar por su ausencia. Por suerte, una vez abandonado el pedregal dispuesto como camping, comenzaríamos a admirar todas las mejoras que se han ido consiguiendo en materia de logística, con el paso del tiempo.
La entrada a la zona de conciertos, se encontraba inmediatamente anexa al camping, siendo esta de fácil acceso y con amplitud suficiente como para que no se produjesen tapones. El espacio para ver a los grupos lo componía un campo de futbol, que en ningún momento llegaría a desbordarse y un pequeño campo de futbito donde estaría alojado el escenario Mark Reale. En uno de los lados del campo principal, se colocaría con acierto una hermosa zona resguardada, una zona desde la que era posible ver los bolos, sin curtir la piel al ritmo que marcaba Lorenzo. En el flanco contrario, encontraríamos todos los habituales puestos de merch que suelen abundar en estos saraos, la mayoría con aire a mercadillo dominical cutrongo, aunque aportando lo necesario como para darse un garbeo ocasional.
No tendríamos demasiado tiempo para detenernos ante los tenderetes, ya que los Moonspell acababan de comenzar sobre el escenario Azucena. Lo hacían entonando el “Axis Mundi” sobre Villena, sonando cortos de volumen pero sobrados de actitud. Pasarían con prontitud a recordar algunos de sus mayores clásicos, en lo que se podría terminar catalogando como: “Setlist a prueba de balas”. Así rescatarían “Night Eternal”, haciendo mención a la paradoja que suponía interpretarla con semejante solaina alicantina. Pasando acto seguido a rescatar del olvido el Irreligiosus con “Opium” y lamentando que Anneke no les acompañase mientras sonaba “Scorpion Flower”.
Utilizarían el portugués para dirigirse hacia la concurrencia, a la vez que reivindicaban su idioma natal con “Em Nome de Medo”. Retrocederían entonces hasta el Wolfheart sin dudarlo, enfilando la recta final con “Vampiria”, “Ataegina”-que provoco una reacción entusiasta- y “Alma Mater” haciendo tararear a los presentes con vehemencia. Terminaron de buena gana con “Full Moon Madness”, demostrando una vez más que continúan mereciendo posiciones más apropiadas en el escalafón festivalero. Un poco más cerca de su adorada luna llena, sin duda.
Los siguientes espadas bajo la chicharra incandescente, serían los ingleses Hell, una formación sobre la que teníamos escasas referencias, pero que despertaba una gran curiosidad a tenor de lo que habíamos podido escucharles. Saltarían al ruedo con problemas de sonido, sin que la voz de David Bower fuese perceptible desde nuestra posición. La consiguiente salida en falso sería subsanada al de un rato, desacreditando buena parte de la inicial “Age of Nefarious”. Se recompondrían con oficio a lo largo de “On Earth as it is in Hell”, donde ya pudimos disfrutar de los afilados tonos del carismático vocalista.
Los ingleses se mostrarían firmes en su defensa de los cánones de la New Wave of British Heavy Metal, esgrimiendo riffs que gobernaban los tiempos, pero sin sobresalir en ningún momento en el plano musical. Su propuesta escénica descansa sobremanera sobre sus posibilidades visuales, dotando al conjunto de cierta textura cartón-piedra. La clase de representación que baja demasiados enteros, cuando faltan golpes de efecto a la función. Así se explica como a plena luz del día, y con unos pocos trucos para impactar, su comparecencia pasase sin pena ni gloria entre la marabunta de formaciones punteras, que el día acarreaba.
Con mucho más enjundia en la maleta, llegaban los noruegos Leprous sobre las tablas del escenario Mark Reale. Presentando su flamante tercera obra, al abrigo de las críticas favorables que ha ido cosechando en los últimos tiempos, pero sin conseguir reunir a un público demasiado extenso, todo sea dicho. Einar Solberg en cualquier caso, no se mostraría tan intenso como en anteriores ocasiones que lo habíamos tenido delante, dando la impresión de que parte de su arrojo, se fue con las rastas que decidió cortarse hace un par de años.
Respecto a lo que escupían los altavoces de todos modos, siguen siendo una banda que defiende admirablemente sus progresiones en directo. Luciendo sobrios, pero eficaces, con sus corbatas abrochadas lo justo como para no perder el maravilloso toque excéntrico, que siempre los ha caracterizado. Brillarían las sombras de “The Cloak” y de “Thorn”, alcanzando el climax cuando arremetían con “Forced Entry”, dejando que “The Valley” sirviese de epitafio polvoriento. En una sala los volveremos a disfrutar como se merecen.
Al tiempo que los noruegos habían estado oficiando, los Stryper de Michael Sweet habían disfrutado de una hora entera sobre uno de los escenarios principales. Interpretarían alguno de sus clásicos más populares, pero incluyendo tres versiones, que nadie sabe muy bien que pintaban en la fiesta. A los “Soldiers Under Command” y “To Hell With the Devil”, se les sumarían por tanto, un “Ain´t Talking About Love”, un “Breaking the Law” y un “Shout it out Loud”. Al bajarse el telón pocos parecieron satisfechos con lo que los americanos les habían ofertado, sobre todo teniendo en cuenta que es una banda a la que hemos visto en grandes conciertos y que tiene peso suficiente como para no tratar de convertir sus minutos, en una verbena de pueblo perdido.
Este por fortuna, no sería el caso con Annihilator, quienes facturarían una concisa actuación perfectamente equilibrada, acertadamente escogida y espectacularmente interpretada. Los de Jeff Waters alternarían clásicos absolutos como “King of the Kill”, con cortes de factura reciente como “No Way Out”. La balanza en cualquier caso se inclinaría hacía el apartado puramente thrasico, enfatizando el Set The World on Fire con tres cortes y no pasando por alto la oportunidad de alzar su icónico “Alison Hell”, contra los cielos alicantinos. Terminarían sin macula, enarbolando un par de pepinazos como “Road to Ruin” y “Human Insecticide”, para volver a constatar una vez más, lo bien que se les dan los festivales.
Continuaríamos el sarao con los renovados Arch Enemy, comandados como de costumbre por Michael Amott, pero con las valiosas incorporaciones de Alissa White-Gluz y Nick Cordle acaparando las miradas. Recaerían casi todas sobre la excantante de The Agonist en cualquier caso, ya que las comparaciones con su sucesora, han sido uno de los temas candentes del presente año. Saldría bien parada adelantamos, absolutamente preparada para afrontar el reto que supone pasar la página de Angela. No imagino a ningún fan pudiéndola achacar algo, una vez hubo terminado de cantar el “Nemesis”, que pondría punto y final a la comparecencia.
Antes de que ese momento llegase, pudimos disfrutar con más de una hora de Death melódico sueco niquelado, calculado al detalle para que impactase golpe a golpe y sin un segundo destinado a coger aire. Prácticamente todos los himnos del conjunto serían entonados en el proceso, introduciendo los propios del nuevo disco, que en breve alcanzaran consideraciones de clásico. Aparte de los tres cortes que han sido publicitados del War Eternal, interpretarían la conocida alineación ganadora, que ya venían luciendo mientras presentaban el Khaos Legions. Impepinable repertorio, para el que puede que fuese el conci del festival, si tendríamos que elegir uno tan solo.
Los cabezas de cartel W.A.S.P. serían los siguientes en desfilar. Lo harían mostrando un show menor para los que les conocemos de largo, injustificadamente aburrido y carente de mordiente con la que cautivar. Serían interpretados casi todos los indispensables cortes que uno pueda imaginarse: “I Wanna Be Somebody”, “Wild Child” o “Blind in Texas” que sirvió para decir adiós, juntos a los necesarios recuerdos al ídolo carmesí. Lo peor sin duda, sería el horrible sonido con que gozaron los yankees, absolutamente farragoso y deslavazado, impropio de una institución de tanto nombre.
Mención aparte debería hacerse sobre Blackie y su estado de forma deplorable. Poco recuerda ya este hombre al que se comía el escenario hace quince años, cuando en directo se follaba monjas crucificadas y resultaba verdaderamente amenazante. La mordiente se le fue con los años, dejándole solo con unas canciones que, sin garra, no llegan a ser lo que fueron. Mucho me temo que o bien hace algo para ponerse las pilas, o no será capaz de salirse de la caricatura que el mismo se ha montado sobre su persona. Triste.
En otra liga, a un millón de años luz más o menos, jugarían los siguientes participantes de la noche, los populares Behemoth de Nergal. Oficiarían encapuchados, tal y como llevan haciendo desde que su líder doblegase al cáncer, envueltos por un halo de misterio que inundaría Villena durante una hora larga. Hoy en día se encuentran en el punto álgido de su carrera, mostrándose como embajadores del Metal extremo allá por donde pisan, habiendo editado uno de los trabajos más celebrados del año y habiendo conseguido trascender por encima de las propias limitaciones estilísticas.
Darían un espectáculo similar al que pudimos verles en el pasado Hellfest, aunque con la iconografía un pelin recortada. El repertorio sería más o menos el mismo y el sonido no llegaría a la perfección que allí se alcanzó. Sería una versión liviana de aquella magna ceremonia, con pelotazos como “OV Fire And The Void” o “At The Left Hand Ov God”, haciendo que doblásemos rodilla. Demostraron una vez más que son una de las bandas del momento y una de las que están destinadas a reinar sobre los sonidos extremos.
Doble salto mortal y nos presentamos ante los míticos Panzer de Carlos Pina, una banda que nunca hubiésemos imaginado que contemplaríamos, mientras aun andaban los pipas recogiendo los enseres de Behemoth. La sucesión de estilos fue tremebunda, pasando del Death Metal polaco, al Heavy ochentero en unos minutos. Así de trastocados tomábamos posiciones bajo el escenario Azucena, tratando de distinguir siluetas a causa de la pobre iluminación allí dispuesta. El sonido tampoco es que fuese a ser ninguna fiesta, desluciendo los temas que la veterana formación iba entresacando. Decidiríamos, a bote pronto y a la vista de las pobres condiciones que la organización disponía para con los Panzer, tirar millas hacía lo que Vita Imana estaban ofreciendo en el escenario pequeño.
Así llegaríamos a otra de las muchas presentaciones de Oceanidae en sociedad, tan elegantes como de costumbre y sin perder el toque que les ha hecho sobresalir dentro del panorama estatal. Con sus característicos ritmos tribales gobernando las dependencias, los madrileños darían buena cuenta de todos y cada uno de los que tuvimos la fortuna de terminar con ellos el primer día. No faltarían obviamente a la cita, pelotazos de la talla de “Un Nuevo Sol”, “Godwana” o “Ablepsia”, dibujando con suficiencia una de las páginas más gloriosas del Grovee Metal hispano. Tampoco sería la noche en la que Javier Cardoso fuese a bajar el pistón al que nos tiene acostumbrados, saltando, corriendo y derrochando intensidad, con cada movimiento que brotaba de su fibrosa planta. Un espectáculo garantizado, en evidente progresión imparable, que se retrató certeramente cuando el mencionado decidió lanzarse sobre las cabezas de las primeras filas, mientras continuaba voceando.
Tocaba retirarse a dormir, al paramo donde habíamos dejado colocado la tienda hacía unas horas, no sin antes acercarnos un rato, para ver la timba que estaban montando Saurom en uno de los escenarios principales. Les tiramos unas cuantas fotos, mientras mostraban actores con zancos, bailarinas con antorchas y melodías folclóricas de piruleta. Concluimos que el día había sido demasiado largo, como para tener que lidiar con saltimbanquis a esas horas. Plegamos pues, en lo que sonaban tonadillas que mentaban al Quijote de manera verbenera.
Segundo Día
Amaneceríamos bien pronto por la mañana, resudados por las altas temperaturas que caían sobre el páramo-camping, destrozados por lo que supone una noche de escaso descanso. Tras una serie de peripecias en pos de dormir unas pocas horas, terminaríamos llegando tarde a Eluveitie, lo suficiente como para que no nos dejasen acceder al foso para tirarles fotos. Nos contaron que los suizos habían comenzado con problemas técnicos, sin volumen en el micrófono de su frontman. Por lo que nosotros pudimos constatar, el guion que tenían preparado variaría poco respecto a Hellfest, con similares ganchos dispuestos para engatusar a todo el que se acercase. Presentarían unos pocos cortes de su nuevo trabajo, rescatando sus clásicos “Inis Mona” y “Thousandfold”, terminando una vez que hubieron montado un circle pit hermoso, con su trepidante “Havoc” sobre Villena.
A continuación tocaba cambiar de paso de baile, del folk celtibero de los Eluveitie, pasaríamos al elegante rock sueco de los H.E.A.T. la gran baza que aguardaban todos los aficionados de las melodías inofensivas. Aparecerían por tanto en olor de multitudes, aclamadísimos por la facción suavecita de la audiencia. De primeras darían sensación de estrellitas de medio pelo, fanfarrones en apariencia y mucho más subidos que en la anterior ocasión que los tuve delante, teloneando a Treat en Puente la Reina. Por fortuna demostraron en cuanto se pusieron a sonar, que la chulería se la tienen más que ganada, que sus maneras sobreactuadas casaban con lo que tenían a bien ofrecer.
Centraron casi todas las miradas los eléctricos contoneos que disponía Erik Gronwall, un frontman de innegable magnetismo, que sonreía y gesticulaba sin parar. Suyo era el escenario mientras caían pelotazos como “A Shot At Redemption” o “Beg Beg Beg”, verdaderas porciones de Rock sueco pegajoso, herederas de los Europe ochenteros pero con ese aire moderno y bailongo, que les permitía mantenerse lejos del desfase horario. Triunfaron en su franja horaria y estilística, como banda a la que habrá que tener muy en cuenta a medio-largo plazo.
Nuevo cambio de tercio para recibir sobre Villena, a uno de los principales motivos que hicieron que yo eligiese dejarme caer por Alicante. Era el turno del aplastante death melódico de Heaven Shall Burn, una de las formaciones que mejor han sabido gestionar la herencia de figuras como In Flames o Dark Tranquility. Su paso por el Leyendas sería efectivo y sin macula, absolutamente magistral a pesar de contar con la sensación constante, de que estaban jugando fuera de casa.
Esgrimirían desde el principio su vertiginoso “Counterweight”, presentando con presteza su último Veto ante el numeroso público que allí nos encontrábamos. Recordarían el brutal “Combat” de hace unos años y dejarían para los postres la colosal “Endzeit”, jugando a que se iban justo antes de rematar con su archiconocida versión del “Black Tears”. Antes habrían tenido tiempo de apuntarse el mayor circle pit que registraría Villena a lo largo de todo el fin de semana.
La muesca siguiente iban a marcarla Hammerfall, quienes devolverían al Heavy clásico el pulpito que un momento antes, habían estado usando a su antojo los incendiarios alemanes. Los de Joacin Cans de este modo, arremeterían contenidamente con “Blood Bound”, fieles a su elemental manera de hacer las cosas. Mucho postureo metálico tendrían reservado para nosotros los creadores del Glory to the Brave, demasiado para los que les hemos visto en más de diez ocasiones.
Recalcarían que cumplían aniversario de su primer largo, por lo que interpretaron “The Dragon Lies Bleeding”, “Steel Meets Steel”, “Hammerfall” y “Glory to the Brave”, otorgando importancia al disco que les permitió despuntar hace más de una década. Completarían comparecencia con un corte de su nuevo Bushido, y cuatro clásicos impepinables y celebrados. Siguen siendo una opción satisfactoria, cuando de actuar en festivales a media tarde se trata.
Mucho más ilusionantes se nos presentaban Battle Beast, posiblemente la banda que más corazones conquisto a su paso por Villena. Demostrando que el Heavy tradicional no tiene porque sonar trasnochado, cuando se toca con actitud y entereza, de un plumazo consiguieron dejar a casi todo el que había pisado el pequeño escenario Mark Reale, en una inevitable puesto honorifico.
Presentarían su último disco con Nora Louhimo al frente, una mujer que parecía andar presentando su candidatura para suceder a Doro como reina del metal. Absolutamente demencial era la forma en la que la rubia cantante se hacía con los temas, se desgañitaba con coraje y llegaba hasta cada tono que se proponía. Detrás de ella una banda de solidez espartana, se erguía frente a los ávidos espectadores, otorgando dureza al momento y brillando cada vez que les tocaba sumarse a los coros, que poblaban el universo de la bestia de batalla. Épico de cojones, se podría llegar a resumir con presteza.
Vendrían después Rotting Christ, tras el torbellino fines, sin agachar la cabeza ante lo que acababa de acontecer y preparados para dar la réplica a punta de Black Metal heleno. Lo harían tan bien como nos hubiésemos imaginado antes de llegar, contenidos en lo que mentaban el “666”, pero absolutamente incendiarios en lo que destapaban joyas como “Dub-Sag-Ta-Ke”. El corte heroico se apoderaba entonces del escenario pequeño, mientras Sakis y compañía se desmelenaban salvajemente, en lo que seguían con sus cabezas los marciales ritmos que brotaban de sus instrumentos.
Desgraciadamente tendríamos que abandonarles antes de lo previsto, obligados por la coincidencia de horarios con Volbeat. Llegaríamos justo a tiempo de tirarles unas cuantas fotos en medio de un escenario al que le faltaban luces. Nos dispusimos, una vez hubimos cumplido con nuestras obligaciones, a disfrutar del espectáculo desde la distancia y con tranquilidad absoluta. Los daneses ofrecerían un show semejante al que les habíamos visto hacia unos pocos meses en Bilbo, incluyendo algunos cortes que faltaron entonces, pero siguiendo con la presentación de su último redondo. Tan seguros como entonces, tan fiables como siempre que les he tenido enfrente, siguen siendo un grupazo ante el que merece la pena gastarse las perras por un día.
Harían los daneses un somero repaso a lo que ha sido su carrera hasta el momento, recordando la primera vez que actuaron en España ante cuatro y el del tambor, habiendo conseguido a base de mucho trabajo, acabar encabezando festivales. Me emocionó el detalle de que se acordaran de aquellos bolos, devolviéndome al momento en el que unos cuantos ya repetíamos con insistencia, que este grupo tenía que tocar el cielo a poco que se promocionase debidamente. Con el bailoteo de “Maybelline”, el reggae impostado de “Still Counting” o el eterno tributo a Cash que supone “Sad Man´s Tongue”, los de Mike Poulsen volvieron a deslumbrar como lo hacían en aquellos días.
Terminarían con el “MIrror and the Ripper”, subiendo a unos cuantos niños a semejanza de lo que hicieron durante la grabación de su último DVD. Sería una bonita forma de dejarnos ir, con el retrato de los nuevos vientos, ventilando los sonidos metálicos actuales. Así de refrescados cambiaríamos de tercio con la siguiente parada del camino. La de los asturianos Warcry, que llegaban a su noveno Leyendas consecutivo, para volver a reivindicar el trono del metal español que llevan ostentando en los últimos tiempos.
Serían los únicos que utilizarían pirotecnia a lo largo de todo el Leyendas y puede que los que mejor iluminados aparecieron. Daba la impresión de que la organización mimaba a sus hijos predilectos y estos les devolverían el cariño con su tradicional constancia. Interpretarían algunos de sus temas más conocidos, dejando para el final una cadeneta de vértigo con varios cortes que no habían tocado en su pasada gira. Así fue como “Capitan Lawrence”, “Tu Mismo” o “El Guardian de Troya” reventaban Villena, justo un momento antes de que el confeti inundase la escena mientras se cantaba aquello de “Hoy Gano Yo”.
Nos quedaba un jefe de filas por presenciar. Concretamente dos, los dos que lideran Unisonic y que hace un par de décadas partían la pana con Helloween. Kai Hansen aparecería primero, dejando que Michael Kiske entrase glorioso al tiempo que resonaba el corte homónimo de su nueva formación. De primeras pudimos constatar como el legendario cantante conservaba la prodigiosa voz que todos recordábamos de nuestra infancia, la misma que hizo posible brillar infinitamente a los Keepers.
Atacaban con “For the Kingdom” presentando su nuevo trabajo, pero aquello no terminaba de estar todo lo iluminado que debiera haber estado. La organización parecía empeñada en que afinásemos la vista, tratando de distinguir el semblante de los músicos. El sonido por su parte, tampoco sería el apropiado para lo que allí se cocía. No irían a darse las condiciones adecuadas para que los Unisonic saliesen por la puerta grande esa noche, a pesar de poner cientos de puños al aire cuando recordaron el “March of Time” o de despedirse efusivamente con la inevitable “I Want Out”. Tendremos que repetir en sala a finales de año, para quitarnos el mal sabor de boca.
Antes de regresar al paramo que nos aguardaba, tendríamos tiempo de presenciar un buen rato de la actuación que Banzai estaban montando en el segundo escenario principal. Sonaban bien y lucían mucho más robustos que los Panzer el día anterior. La iluminación sin embargo, seguiría siendo exigua y raquítica, teniendo que afinar para distinguir a los músicos. Sonaron antes de que partiésemos “Crimen Sin Castigo”, “Traición” y “Coche Rapido en la Noche”, escuchando de fondo mientras llegábamos a la tienda, otros tantos clasicazos de la época dorada del Heavy español. Así concluiría nuestra agotadora aventura, mientras unos señores nos cantaban aquello del “Duro y Potente”, y nosotros afirmábamos que no se podía haber resumido mejor.

Crónica y Fotos por Unai Endemaño

































































































































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